¡Se me
había olvidado por completo!
Cristhian
me dio un beso en la mejilla, y tras cogerme firmemente la mano nos dirigimos
hacia donde se encontraban Vic y Jack, acompañados de un montón de gente más,
que no conocía de nada.
Cuando
Vic nos vio acercarnos, corrió hacia nosotros y nos estrechó fuertemente entres
sus brazos. Luego se separó y vio nuestras manos unidas. Sonrió de oreja a
oreja.
– Por
fin – me puse un poco roja, pero me alegré de que no le molestara.
Entonces
abrió los ojos como platos, cuando reparó en el colgante que descansaba en mi
cuello.
– No me
lo creo... – hablaba en un tono apenas audible.
Sonreí.
– Tu
hermano es el mejor.
Cristhian
me apretó la mano suavemente. Mientras Vic nos abrazaba de nuevo casi dando
saltos de alegría.
– ¡Es
perfecto! ¡Ahora todo es perfecto! ¡Dios, os quiero mucho!¡No podéis imaginaros
lo mucho que os quiero!
Nos
reímos juntos.
Ese era
otro de esos momentos que hacían que la vida continuara, esos momentos que
daban un sentido a todo y que hacían que la vida mereciera la pena.
Después,
nos acercamos un poco más al grupo, que se abrió al vernos. Se hizo una especie
de silencio, un poco incómodo tal vez.
–
Chicos, esta es Kira – dijo Vic.
Paseé
tímidamente la mirada por todos y cada uno de los que allí en el círculo había.
Personas de distintas edades me miraban, a mí. Algunos reflejaban en sus
rostros expectación, otros sorpresa. Uno en particular me llamó la atención.
Era una chica rubia, a la que reconocí como la que antes había bailado con
Cristhian, que mi miraba con cara de pocos amigos. Si realmente se pudiera
matar con la mirada, me habría desplomado en aquel mismo instante.
Fue un
hombre más o menos mayor, con el pelo ya blanco, y con un traje de color gris
claro el que se dirigió hacia mí.
–
Encantado de conocerte al fin. Me llamo Liam – tenía una bonita sonrisa –. Es
un honor inimaginable tenerte entre nosotros.
Me quedé
un poco cohibida ante sus palabras.
–
Gracias – mi triste respuesta sonó más como una pregunta que como el agradecimiento que pretendía ser.
Otra
mujer que rondaba más o menos la edad del hombre que acababa de presentarse,
dio un paso al frente y esbozó una espléndida sonrisa.
– Yo soy
Rebecca, compañera de Liam. Estamos encantados de poder contar contigo.
Volví a
murmurar algo parecido a un agradecimiento y sonreí de nuevo.
Todos
nos quedamos en silencio, sin saber lo que vendría ahora. Nadie sabía que decir.
Entonces,
como de la nada, apareció Coraline, liberando la tensión que involuntariamente
se había desatado.
– Bueno,
bueno, dejémonos de presentaciones formales ahora. Ya habrá tiempo para eso.
Esta noche es para disfrutar y bailar hasta que no podáis más. ¡Vamos! –
exclamó – ¡Ya habéis oído! ¡A bailar todo el mundo!
Al
instante, la gente comenzó a expandirse y a mezclarse entre ellos y entre el
resto de la gente que había en la fiesta.
Ver a
tantísimas personas a mi alrededor comenzó a agobiarme. Mirase para donde
mirase, no había ni un solo hueco libre. Había demasiada gente...
Afortunadamente,
tenía mi propio ángel de la guarda, que en cuanto notó que no me encontraba del
todo bien, me tomo de la mano y se abrió paso a través de la multitud. No pude
evitar la mirada fulminante de aquella chica rubia al vernos marchar juntos. Y
cuando, por un instante, posó su mirada en Cristhian y en nuestras manos
entrelazadas, supe qué era lo que le molestaba de mí.
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