¡Era la habitación más grande que había visto nunca!
Un gran ventanal que ocupaba
toda la pared frontal de la habitación dejaba pasar una tenue luz, ya estaba
anocheciendo, que alcanzaba para iluminar la cama, que quedaba a mano derecha.
Menuda cama. Tenía hasta dosel y
todo, y unos cuantos cojines en la cabecera.
Armarios, espejos, más
armarios,... El suelo estaba totalmente tapizado por alfombras bordadas que le
daban a la habitación un aire antiguo que ponía los pelos de punta.
En la parte izquierda, junto al
armario más grande un escritorio de madera precioso.
Estuve allí plantada
contemplando la habitación un tiempo que no podría describir, tal vez unos
segundos, quizá fueron unos minutos o incluso pudieron ser horas.
Al final tomé la maleta en la
que llevaba la ropa y la subí a un sofá situado cerca de la cama. Luego me hice
un hueco entre los cojines y me acomodé allí en la cama.
Me dije que antes de nada
debería deshacer la maleta, así que me levanté y me aseguré de que la puerta estaba
bien cerrada dando un par de vueltas a la llave, y volví a sentarme en la cama.
Desde allí abrí la maleta y la
vacié, metiendo todo en cajones y armarios. No me costó ningún esfuerzo físico,
pues no me levanté de la cama para nada, no moví ni un solo dedo. En cambio mi
mente si que lo notó.
Toda mi ropa y el resto de mis
cosas volaban de un lado a otro de la habitación, metiéndose cada una donde
correspondía.
Mover cosas con la mente era
algo que hacía desde pequeñita, desde que tuve uso de razón. Lo aprendí casi a
la par que a andar o a hablar. Nunca se lo había contado a nadie, ni siquiera a
mis padres. Incluso cuando tenía cuatro o cinco añitos había tomado la decisión
de mantenerlo en secreto, por mi propio bien. No quería que pensaran que yo era
una especie de bicho raro y me rechazaran por eso. Hubo una época en la que
temía que pensaran que era una bruja y me quemaran en una hoguera, la época en
la que me dio por los libros de caballería. Se me escapó una sonrisita al
recordarlo.
En fin, que nadie más que yo
sabía mi secreto, y por el momento no tenía intención de cambiar esta
situación.
Ya había terminado de vaciar las
dos maletas, tan solo quedaba en una de ellas el marco que me había traído de
casa, con mi foto favorita.
En ella estaba mi verdadera
familia: mis padres y yo.
Yo apenas tenía cuatro añitos.
Mi madre me sostenía entre sus brazos, apretándome cariñosamente contra su
pecho. Yo miraba al frente, enfuruñada. Nunca me habían gustado las fotos, y
además aquella era mi etapa de los berrinches y los enfados. Mi madre se reía,
al igual que mi padre, que le pasaba los brazos por la cintura. En el fondo se
veía nuestra antigua casa, de la que nos mudamos tras la muerte de mi madre.
Podía escuchar las risas de mis
padres repiqueteando como cascabeles por toda la habitación. Ya nunca sería lo
mismo. Deseé poder haberme despedido de ellos, poderles haber dicho todo
aquello que quería decirles. Me invadió una oleada de nostalgia que hizo que se
me saltaran de nuevo las lágrimas.
Y lloré. Lloré por mi padre,
lloré por mi madre, lloré por todos aquellos momentos felices que nunca
volverían. Pero también lloré por mí, por la desgraciada vida que me había
tocado vivir. Lloré y lloré. Mares de lágrimas luchaban por salir de mis ojos.
Lloré y lloré, hasta que me venció el cansancio y me dormí.
¿Dónde estoy? No lo sé. Me
encuentro totalmente perdida. Abro los ojos despacio, con cuidado. Ah, pesan
toneladas. Cuando por fin recobro el conocimiento y puedo mirar a mi alrededor, descubro que mi cama se encuentra
en la espesura de un oscuro bosque. ¿Cómo ha ido a parar allí?¿Es que tiene
patas, o qué?. Me levanto y planto mis pies descalzos sobre el suelo. Está
mojado. Un desagradable escalofrío me recorre la espalda.
Comienzo a caminar. Hace viento
y mi pelo ondea y cae por mi espalda. Tan solo llevo puesto un camisón blanco.
Mi cuerpo se estremece ante el frío.
Camino y camino hasta que no
puedo más e me siento en el suelo, cerca de un roble milenario.
Entonces la veo, y siento su
magia fluyendo por mis venas. Me pongo en pie de nuevo y me acerco a esa
cascada de agua pura y limpia. El agua sale de un agujero abierto en la roca
del monte que se levanta ante mis ojos. Cae formando una cola de apenas cinco
metros, y al llegar al suelo, forma una pequeña fuente de agua cristalina, en
la que se puede ver el fondo con total claridad.
Siento un impulso casi
sobrehumano de despojarme de las ropas y bañarme, pero a duras penas, consigo
resistirme.
Aun así, no puedo resistir la
tentación de asomarme al pequeño charco. De repente las aguas comienzan a
removerse, y poco a poco se forma una cara que me resulta familiar.
Pelo castaño claro, ojos
dorados, sonrisa radiante... Casi al mismo tiempo comienza a dibujarse otra a
su lado. Es un hombre robusto de pelo oscuro y ojos azules. Entonces les
reconozco, los dos extraños de la fuente son mis padres. Sonrío con tristeza y
ellos me devuelven la sonrisa. Y cuando me agacho, ellos sonríen. Y cuando me
remango la manga del camisón, ellos sonríen. Pero cuando la punta de mis dedos roza
la superficie del agua, sus sonrisas empiezan a desvanecerse, después, también
sus ojos, sus mejillas, sus cabellos... Desaparecen y me dejan sola de nuevo.
Hago intención de tirarme a la poza, pero una mano me toma el brazo,
impidiéndomelo. Intento luchar y zafarme de la presa que me agarra, pero todo
es en vano. Pero es en vano. Grito el nombre de mis padres todo lo fuerte que
puedo, pero es inútil, sus reflejos ya se han desvanecido por completo.
Cierro los ojos y noto algo
mojado por mi mejilla ¿Y ahora llueve? Cuando la gota llega a mis labios, está
salada. No llueve, estoy llorando. Me limpio las lágrimas con la mano, y me doy
la vuelta para mirar a la cara a la persona que me ha impedido ir con mis
padres.
Esa es la primera vez que le
veo, que veo sus cabellos oscuros y sus
ojos verde esmeralda. Me mira con una expresión que no soy capaz de
descifrar.¿Siente lástima? ¿Está asustado?. No lo sé. Pero su rostro es
hermoso.
Estoy un rato sin moverme,
mirándole. Estaba embobada con sus carnosos labios, tan perfectos como una
rosa. Entonces comienzan a moverse, y de entre ellos sale una música tan dulce
que me deja desarmada.
– Despierta Kira.
Después una densa oscuridad se
lo traga todo.
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