miércoles, 21 de diciembre de 2011

Capítulo 11: Elegida



A través de su reflejo en el espejo del probador, pude comprobar que Vic tenía la mirada clavada en un punto de mi espalda, concretamente en el hombro sobre el que descansaba mi tatuaje.
– ¿Qué es eso?              
– ¿No te lo había enseñado nunca? Es una especie de tatuaje. Lo tengo desde pequeñita. Mi madre decía que nací con él.
Esperaba que me dijera que le gustaba o que era una pasada o algo así, pero en lugar de eso, me dijo:
– Kira, recoge todo, tenemos que irnos.
– ¿Qué...? – comencé yo.
– Toma, ve a pagar – me tendió unos cuantos billetes –. Yo tengo que hablar con Cristhian.
Hice caso de lo que me decía, y me dirigí al mostrador a pagar los dos vestidos y los dos pares de zapatos, mientras ella sacaba su móvil y se daba media vuelta. Puse la mitad de mi dinero, aunque con lo que me había dado Vic podía haber pagado todo. Y muy a mi pesar, devolví el colgante a su dueña, con la esperanza de volver a verlo algún día.
Después, salimos pitando de la tienda. Le pregunté a Vic qué era lo que pasaba, pero me dijo que tuviera paciencia.
Cristhian nos esperaba en el centro de la plaza. Tenía el pelo empapado, y le caía revuelto por la frente, ocultando parcialmente sus oscuros ojos verdes.
Tenía adoptada una postura que bien podría estar posando para un anuncio de vaqueros. ¿Cómo puede una persona, sin ni siquiera ser consciente de ello, provocar que el corazón de otra lata a un ritmo tan frenético que parezca que va a salirse de su sitio en breves momentos? No lo sabía, pero podía argumentar que eso pasaba...y muy a menudo.
Y eso que ni siquiera estaba sonriendo. Por el contrario, un gesto de preocupación crispaba sus níveas fracciones.
– Tiene la marca – dijo Vic nada más llegar a su lado.
– ¿Y qué hacemos?
– Deberíamos comunicárselo a la orden antes de que sea tarde...
– Ya – la interrumpió Cristhian – pero... ¿y si no es ella? ¿y si es solo una falsa alarma?
– ¡Parad el carro un segundo! – intervine entonces yo – ¿Se puede saber de qué narices estáis hablando?
Se miraron un instante entre ellos.
– Aquí no – me dijo Cristhian – vamos a un lugar seguro.
Nos pusimos en camino, y entramos en una pequeña taberna situada en un rincón alejado de la plaza. Estaba oscura y sucia, y no olía demasiado bien. Nos dirigimos a una mesa un tanto apartada. No pedimos nada.
Entonces Cristhian comenzó a hablar a una velocidad que hasta entonces no había creído posible en un humano.
– Desde el principio de los tiempos, una dinastía de hombres y mujeres han intentado hacerse con el control de todo lo que existe. Les habría resultado fácil, muy fácil, de hecho, de no ser por Dalia, una tataratataratatarabuela tuya. Ella destinó para sus sucesores un legado, el que ahora llega hasta ti. Tu, Kira Parker, por ser la descendiente de Dalia, y por estar marcada, eres ahora la heredera, la Elegida.
– ¿La Elegida...para qué? – pregunté tímidamente.
– Para salvar al mundo, claro – me contestó Vic, como si fuera evidente.
Me quedé en estado de shock...bueno, en realidad llevaba ya diez minutos en ese estado. No entendía nada, absolutamente nada de lo que decían. Simplemente parecía otro de esos extraños sueños que me acosaban cada noche.
Al finas, mis labios se movieron para preguntar:
– ¿Y qué es lo que tengo que hacer?
– Por ahora, atender a lo que voy a decirte – me dijo Cristhian, mirándome fijamente a los ojos –. Durante años, no ha habido un sucesor claro de Dalia. Se sabía que existía, pero lo mantenía en secreto. Sabemos que existía sí, porque él, o ella,  poseía los amuletos, de eso tenemos constancia. Pero no sabemos dónde se encuentran ahora...
– ¿Has dicho amuletos?¿Qué clase de amuletos?
– Son dos colgantes. Ellos son la clave. En ellos está contenido toda la magia. Quien tiene los amuletos, tiene el poder.
Aquello no sonaba muy bien.
– ¿Qué forma tienen?
– Un sol y una luna, cada uno con una estrella en el centro que contiene un rubí.
Se me heló la sangre y se me paró el corazón.
– Cristhian, creo que yo si que sé dónde están esos amuletos – hice una pausa para mirarle fijamente a los ojos – Están en mi habitación.
No hubo tiempo que perder en cuanto salieron esas palabras de mi boca. Nos dirigimos rápidamente al coche. Durante el trayecto les conté cómo habían aparecido en mi habitación los colgantes, dentro de aquel sobre, que contenía la nota. No les desvelé nada de ésta última, sino que esperaría a que la vieran ellos mismos. Vic me pidió permiso para contarle a Cristhian lo que podía hacer con el poder de mi mente, y yo se lo di, agradeciéndole por dentro que no le hubiera dicho nada, incluso sabiendo lo que ellos sabían.
Cristhian, por supuesto, se quedó alucinado tras recibir la información, y me dijo sonriendo que él  quería verlo también. Después le dijo a Vic que debería habérselo contado antes, ya que era un indicio muy claro de magia, a lo que Vic le contestó que no iba a romper una promesa que me hubiera hecho a mí. Me llené de orgullo por dentro cuando oí sus palabras, y confirmé una vez más que era una verdadera amiga, más que eso incluso, como una hermana.
Nada más llegar, subimos las escaleras que conducían a los dormitorios.
Cuando llegué a mi habitación y abrí la puerta, me llevé un susto de muerte.
Todo estaba hecho un caos. No el caos habitual que se montaba cuando yo me adueñaba de una habitación, no. Esta vez era como si alguien la hubiera registrado.
Todo estaba por el suelo.
– ¿Q...qué ha pasado aquí?
Los tres contemplamos en silencio la habitación destrozada.
En la pared del fondo, había un papel clavado que decía con letras rojas: LA BATALLA NO HA HECHO MÁS QUE COMENZAR. FDO. HASSIA
Tardé en reaccionar, pero cuando lo hice, me dirigí directamente al armario. El cajón estaba sacado, y al lado de éste, la caja donde había guardado los colgantes, que por supuesto, habían desaparecido.
– No están – dije en un susurro apenas audible.
Noté cómo Vic y Cristhian se acercaban por detrás.
– No están – repetí – se los han llevado, alguien se los ha llevado, alguien ha entrado y a... – estaba al borde de las lágrimas.
Una mano grande se posó sobre mi hombro. Yo me senté en el suelo y enterré la cara entre mis manos. Entonces las lágrimas se desbordaron.
– Dios, era lo único que tenía que hacer y la he cagado.
– No, Kira – me dijo Vic mientras se sentaba a mi lado y me pasaba un brazo por los hombros –. Tú no podías saber nada de esto. Tú no tienes la culpa.
– Eso no es verdad.
– Claro que sí, lo importante es que tú estés bien – me dijo ahora Cristhian, que también se había agachado a mi lado y me secaba las lágrimas.
– Pero mi madre me dijo que pidiera ayuda, y yo no lo hice – dije entre sollozos –. Yo no sabía qué podía hacer...
– ¿Tu madre? – me preguntó Vic, claramente sorprendida. Entonces recordé que no les había contado nada aún de lo de la nota.
Por suerte, no se la habían llevado. Se la entregué, y la leyeron detenidamente. Luego me miraron durante un rato.
– Ya sabemos quien fue la anterior heredera – dijo Vic en un susurro.
– Kira, tu madre no murió en un accidente de tráfico.

4 comentarios: